Por Soli Aranda
Hoy vamos a ver a nuestra profe de clásico y elongación matutina en «La consagración de la primavera» de Oscar Araiz. Si quieren venir, la entrada es libre y gratuita, la música increíble y la danza, imagino, va a la par. Yo ya vi lo bestial de la petit rubia, sólo tuve que presenciar ese pie y decir «¡A la mierda, qué suertudo el Don… Mira la profe que ligó!» :o)
Como tengo un ratito y este domingo me llama a las palabras pienso en todas las cosas buenas que vi este último tiempo en teatro:
Empiezo con «Parque Lezama» una obra dirigida por Campanella y protagonizada por Brandoni y Eduardo Blanco.
Dos viejitos hablando. La obra consiste más o menos en eso. Y es inmensa. Miren que me encantan los musicales, las luces, las pantallas, los muchos bailarines cantando y bailando, la música en vivo y todo el despliegue que te hace vibrar. Pero debo admitir que en el fondo de mi alma lo que más me gusta es esto: Un buen diálogo, una buena interpretación y listo el pollo. No se necesita nada más.  Sólo dos actores, un buen texto. (Es, casi, como en la vida. Si lo esencial está, la decoración está de más. Así, como está, con lo que es, es perfecto).
Después vi TOC TOC, muy divertida, pero nada trascendental a mi gusto. Aunque las actuaciones son impecables y el ritmo que tiene la obra más aún, no salí modificada. No, pero está bien. Ese día lo trascendental no estuvo en el teatro sino en la librerías que tan atractivamente están abiertas las noches de los sábados (qué linda que es Corrientes llena de obras, libros, teatros, música, luces, algunas cosas increíbles, otras malísisimas, etc. etc.) y me compré tres libros (sí, siempre tan excesiva):
«Diario de un genio» de Salvador Dalí , «Anarquía» de Woody Allen y «Tokio Blues» Haruki Murakami.
Como los excesos se tramitan de a poquito, sólo leí la primer parte del de Dalí: señores, el tipo está loco y es demasiado divertido. Creo que sus letras son mejores que sus cuadros, investiguen. Desquiciado y con mucho swing baila con las palabras.
Y si de bailar y jugar se trata, se asoma a mi mente saltarina un descubrimiento  cinematográfico reciente.
Descubrí a Tarantino. Ya había visto hace varios años algo de él y no me había gustado, me había armado la idea (las ideas son prisiones dice Nietzche y cuánta verdad!) que Tarantino hacía películas muy violentas, llenas de sangre e infantiles.
Nada que ver. Soli tonta.
Volví a ver Tiempos Violentos y me fascinó. Segui con Bastardos sin gloria.
Me encantan los directores de cine que logran un lenguaje propio, Tarantino sin dudas encontró eso, su lenguaje y juega. Es muy teatral y musical. Toda la música que elige es impresionante y los diálogos que hablan de nada y de todo…otro hallazgo.
Confirmé una vez más, con alegría, como no somos siempre los mismos.
Nada revela mejor la transformación del alma, que los gustos. Qué te gusta, qué te impacta, qué te embriaga y cómo eso se va moviendo a lo largo del tiempo, es un buen reflejo de la fluidez, sana y necesaria, de la vida.
Y me acordé (y con esto me voy a tomar una cindor con facturas y dejo de asociar porque me pongo densa ya) estos últimos versos de un poema de Borges (Arte Poética):
A veces en las tardes una cara Nos mira desde el fondo de un espejo; El arte debe ser como ese espejo Que nos revela nuestra propia cara.
También es como el río interminable Que pasa y queda y es cristal de uno mismo Heráclito inconstante, que es el mismo Y es otro, como el río interminable.
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