Frenesí: No digas quizás
El nombre «Frenesí» llegó hace dos años atrás, escuchando un bolero en el subte.
El subte estaba que rebalsaba de gente, yo toda apretujada entre una señora enorme y un vendedor de agujas que me quería vender algo que yo no sabía ni sé usar.
Me puse los auriculares y me imaginé en México, en una playa con una bikini a lunares, bailando ese bolero. Llegué a Congreso de Tucumán casi bronceada y con olor a coco.
Qué bien me caen los boleros, todos exagerados en sus sentires, empalagosos, excesivos y qué buena esa palabra para definir la forma en que yo vivo lo que supe convertir en mi trabajo diario. Mi trabajo que es una fiesta del cuerpo y de la imaginación.
Cuerpo e imaginación, yo vivo ahí, justo en la esquina.
El sábado tuve la mejor presentación de la historia del Don. Con Frenesí, sentí poder contar mejor que nunca quién soy, qué quiero, cómo me gusta trabajar.
Creo que fue posible porque todos los grupos tanto de niñas como de adultas, todos los padres, me acompañaron y recibieron con los brazos hiper abiertos. Siempre fue así, pero este año ese recibimiento y confianza fue aún más grande.
Entonces con las adultas, pude decirles: «ok, esta es la coreo en su nivel 1, versión llana, ahora vamos a romperla y a armar figuras y demás, para darle más relieve». Y ellas se arremangaron y me dijeron: «dale».
Les cambié secuencias, les muté momentos y ellas decían que sí a todo. No se quejaban, me escuchaban con paciencia, entendían que el tratamiento de belleza tenía un horizonte pretencioso pero superador. Y lo hicimos, me pueden etiquetar en cualquier video, que todos me gustan por completo. Nunca me había pasado eso, esa satisfacción tan plena con el resultado. Los cuatro grupos se manejaron como profesionales desneurotizados, las veo bailar y digo: «¡Sí mis pollas!
A los padres les pedía que por favor mis pulgas no faltaran y siempre las tenía en clase, al pie del cañón, ensayando, repitiendo, corrigiéndose entre ellas mismas 🙂
El proceso de filmación fue de lo más placentero, los actores jamás faltaron a un ensayo, sabían no sólo sus líneas sino las de sus compañeros.
Pude trabajar con un elenco que no me dio ni un «pero».
Nada de quejas, sólo trabajo y entusiasmo. La confianza que sentí depositada en mi, fue inmensa. Quizás por eso, también sentí, mas que nunca, una responsabilidad enorme con todos. No me podía dormir, no quería que nada se me escapara.
El compromiso frenético llegó a un punto que nunca había llegado, de verdad.
Hasta pude sumar a padres y madres para actuar y bailar, y ellos mismos se engancharon y aportaron ideas.
Así como un bolero, como una mujer embalada con un hombre…Todos nos entregamos a Frenesí.
Alumnas, padres, equipo de backstage. Todos pusimos todo.
Nadie calculó ni escatimó en esfuerzos.
Y esa entrega se sintió.
Como dice Kevin «no digas quizás». Eso es vivir con frenesí, abrazar lo que se elije no porque sea perfecto, sino porque se lo quiere.
Nada más pleno que esa convicción de querer algo mucho.
Y al abrazarlo tan fuerte…lo volvés perfecto.
Ahí vive la perfección, en esa decisión, en ese abrazo.
Lo que es perfecto es tomar algo con tanta determinación.
(perdón que repita la misma idea de diferentes modos…¡la estoy elaborando!).
Frenesí fue perfecto. Y estoy agradecida porque es ese lazo pleno de confianza que venimos construyendo el que nos hace volar tanto.
El sábado a la noche, me levanté a las tres de la mañana con una canción de Chavela Vargas en la mente. Y me puse a bailar.
Así de estimulada quedé, así que prepárense porque me acabo de dar cuenta que de esto ya no hay vuelta atrás 🙂
Gracias miles, tengo una emoción que no se me va.