por Soli Aranda
Se nos fue el mes de marzo que es, para nosotros, el mes del encuentro (¡no tenemos ningún vínculo con Quilmes eh!). También del reencuentro con nuestras fieles aprendices. Pero hoy estoy pensando en ese momento particular donde una niña o mujer entra por primera vez a su clase de danza.
En cada caso, el encuentro entre la potencial danzarina y la clase, es diferente.
Es como meterse al mar frío. Están los que se meten de golpe, los que asoman las patitas y van de a poco, los que se quedan en la orilla, los que lo miran de lejos.
Cada quien hace su entrada, según su estilo.
El otro día, en la clase de las más peques del Don, llegó Martina, una rubia, rulosa de tres años, de esas comestibles…Ya saben de lo que hablo, ¿no?
Martina miraba todo desde lejos, no quiso entrar en la ronda para presentarse y menos aún sumarse a las coreos.
Pero miraba.
Su mirada era atenta, especialmente atenta.
No se me pasó de largo eso y a mitad de la clase, confirmé que efectivamente Martina estaba participando de todo lo que hacíamos aunque no se moviera.
Llegó la coreo de las Barbies, ya un clásico del Don, donde antes de comenzar a bailar, toco el botón de cada Barbie danzarina (que puede estar en un arito, en la gomita de pelo, en el moño del pollerin) y así cada una se presenta: «Soy la barbie bailarina», dice una esbozando un tendú, «Soy la barbie Maquilladora», dice otra mientras se maquilla con su rouge invisible, «Soy la barbie dragón» , dice una disparatada largando fuego por la boca.
Ese martes hice esta típica y efectiva presentación, llegué a una danzarina que al tocar el botón, no me contestó. «¡Uy! Se habrá quedado sin pilas», dije preocupada.
La miro a Martina que está observando todo desde lejos, pegada a su mamá y le pregunto: «Martina…¿tendrás pilas para prestarme?».
Me mira, veo un brillo en los ojitos de que captó la historia, mete su manito en el bolsillo de su pantalón, se acerca y me dice «Tomá».
Martina me dio sus pilas.
Esa primer clase, no hizo nada más que mirar.
Pero la segunda, vino vestida de rosa (malla, medias y zapatillas) y se bailó todo.
Así, cada una entra a la clase según su estilo.
Lo importante, es que nos den sus pilas.
Para nosotros, eso es una gran responsabilidad. Es la promesa de un lazo y un proceso. Nos confían sus ganas y la sed de aprender, y nosotros les damos lo que sabemos, lo que queremos y mucho de lo que somos :o)
El año arrancó, ya no hay cupos en muchos cursos y quedan algunos pocos en otros.
Si queres darnos tus pilas, apurate…¡Porque no podemos sobrecargarnos!