Sobre alojar y el día del niño
Sobre alojar…
A mi los «días de…» no me resultan muy significativos.
Pero el día del niño me encanta. Me encanta porque veo lo mucho que a ellos les gusta tener su día, el entusiasmo, las jugueterías que se llenan, las demandas de quiero esto, quiero lo otro, la expectativa de qué cosa van a recibir, etc, etc.
El Don vive rodeado de niños y lo más lindo es que hace años que los ve crecer. Eso, es un regalo inmenso. Tenemos historia con muchos y casualmente el jueves pasó algo asociado a esto. Acá va…
Los jueves doy la clase de danza jazz niñas II, son doce peques entre siete y ocho años, que conozco desde hace muuuucho tiempo (a algunas desde los tres, otras desde los cuatro).
El jueves Katy llegó a clase y quise ayudarla a sacar su campera. Me dijo «Deja Soli, ya estoy grande».
«Ay ella está tan grande!» Le contesté burlándola » Mira, grande, me haces acordar cuándo casi no te veías del piso y me confrontabas todo el tiempo. ¡Qué difícil era darte clase a vos!»
Y suelto una cadena de recuerdos de sus tres años:
– «¿Por qué vos tenes el pelo negro y yo rubio? (me lo preguntó con un tono discriminatorio y nazi, se los juro)
– «No voy a bailar, no quiero bailar, no me gusta bailar». Y te ibas a un rincón mirando a la pared. ¡Lo que aprendí con vos a tratar niños…pufff!
– Un día te dije «te quiero mucho» y me respondiste «¿te vas a ir?».
Me mira con ojos sorprendidos, me mira profundamente, me mira y veo todos sus años de vida ahí.
Me dice: contame más. Por un segundo somos las dos y nuestra historia, y todos los años que pasaron y todo lo que pasó en esos años, y pienso ¡cuánto pasó! y esta pioja me lo está contando con esos ojos.
Pero algo me despabila, son los gritos de las otras once danzarinas diciendo:
– «¡Contanos más Soli!».
– «Conta algo mío».
– «Y mío!»
– «Dale!!!»
– Chicas, tenemos que empezar con la clase.
– No
– No!!!
– Hasta que no nos cuentes no empezamos.
Y se sientan, amenazantes, en el piso.
Les digo «Vamos chicas» (con mi autoridad de cristal y por dentro me río de la historieta que me voy a armar con esta delicia de escena).
– Dale Soli!
-No, no (me hago la difícil).
Esta vez no dicen nada, sólo se quedan sentadas y me miran.
– Bueno, una anécdota solita (¡qué se van a conformar con una!)
– Mia, mia!!! (gritan todas)
Y les empecé a contar, que la del pedito, que la de renunció, que la del terremoto Lulu…¡Las risas! (si quieren leer hay muchas enwww.dondefluirdanzas.com.ar en el rincón del erudito y en el blog).
Pero hubo una que nos les las conté, aunque fue la primera que se me pasó por la cabeza. Esta no se las conté.
Un día yo había tenido un encuentro muy especial. Algo se había despertado adentro mío, algo inédito. Y como toda cosa inédita, me generó una expansión interna. Fue un día bisagra en mi vida.
Estaba feliz, más que feliz.
Violeta tenía cuatro años. Unos ojos celestes que te iluminan el alma y se meten en cada rincón.
Me miró y me dijo: Soli, cómo te brillan los ojos hoy. Qué lindos tenes los ojos.
Me lo dijo, un día que yo sentía mi corazón, mis entrañas, mi alma brillar como nunca.
Y ella, con cuatro años, lo vio.
Ese es el lazo que me une a estas piojas danzarinas, esos lazos fuertes, de intimidad, de querernos y vernos. No sé cómo, pero nos vemos.
Ellas tienen un lugar en mi (donde son miradas y recordadas) y yo también en ellas. El otro día la mamá de Lulu quería hacerme un regalo y pensó en un mate. Lulu le dijo «Soli no toma mate ma, Soli toma café». Y me regaló una taza hermosa que uso todos los días para tomar mis lágrimas.
Antes de la enseñanza de cualquier cosa, hay un primer movimiento que prepara el terreno para transmitir, disciplinar, exigir inclusive y que el otro no se aplaste. Ese primer movimiento es alojar (recibir al otro, mirarlo, captarlo). No es un enseñar universal, diría que no existe un enseñar universal. Es mirar al otro, hamacarlo un poco y llevarlo así a dónde queremos llevarlo.
A principio de año jugué con una idea que me encontré en algún lado y me gustó mucho, que decía que el sentido de la vida es el crecimiento. El crecimiento en tanto despliegue (bien de adentro) de lo que somos y queremos.
Hoy agregaría que es en la intimidad, en el encuentro con otros que nos miran, reciben y alojan, donde ese crecimiento es posible.
Y así, alojando y siendo alojado, el Don va armando su historia y es parte de la historia de estas peques que tanto queremos. Que seamos parte de su crecimiento, de sus recuerdos, de sus anécdotas, es mucho…Y si es mucho, es bueno. A mi los excesos me encantan, como a los chicos. El despelote, el desborde, el querer mucho, el tropezarse porque tenes ganas de vivir todo :o)
¡Feliz día a mis danzarinas! En la semana les doy regalitos que, como este texto, llegan con delay.