por Soli Aranda

Sobre los procesos y el calidoscopio
Comienza otro año más en el que el Don comparte su danza con muchos pies inquietos…

Vemos crecer y avanzar a casi todos los pies que circulan por el Don. Tenemos la suerte, quizás algo de mérito nuestro hay allí también, de poder hacer procesos con los alumnos. Se consolidan grupos y vemos cómo se van transformando a lo largo de los años.

Quienes eran principiantes y llegaron temerosos aclarando: «Mira que no sé nada», «Soy reee patadura», «Estem…el grupo es principiante, no?», ya pasados dos años de trabajo intenso, se convierten en adultos «con conocimientos». Con un mapa mental claro de lo que es la danza y el registro sutil que ella demanda, con la capacidad de seguir un ritmo de clase ágil y bancarse que es difícil. Ellas ya saben..sus cuerpos, como su carácter, ha sido entrenado.

Quienes eran un grupo de ágiles adolescentes que llegaban con sus uniformes del cole y una sed de aprender infinita, al cabo de unos cuántos años de trabajo fuerte, continuo y consciente, ya avanzan a un nivel intermedio mientras comienzan su nueva vida universitaria.

Claro que los niveles, como toda categoría, son inventos.
Inventos para intentar organizar un poco y trazar objetivos, programas, ritmos de trabajo.

Lo que importa, es que se arman procesos.

Y vemos los pies, los cuerpos, las piernas, los brazos…transformarse. Las mentes y la sensibilidad también, se ensanchan y amplían.

Mientras eso pasa, el Don también va cambiando. Adoramos esa cualidad mutante, tan vital y necesaria para permanecer despiertos :o)

No saben con qué ganas esperamos a las danzarinas de siempre, a las que conocimos de bebotas, con caras redonditas y manos regordetas y hoy las vemos laaaargas, de patas finitas y los ojos más curiosos que nunca.
Y ellas hablan como bailarinas y se preocupan por no poner el pie chueco, por estirar las piernas, por hacer doble pirueta (¡ojo que algunas apuntan a cinco!), por respetar los tiempos, por entender y seguir disfrutando cada día un poco más a la Lady danza.

Escribimos esto y recordamos cómo nació el Don…

El Don no nació pensando: «Voy a ser una escuela de danzas».

¡Ni en pedo! El Don era una necesidad interna, de desplegar un amor y sin saber a dónde iba a derivar ese amor.

Como un niño, uno no puede decir: va a ser ingeniero, cocinero o fotógrafo. O swgrwgrsdasda.

Nace, crece, lo cuidas porque lo adoras y le ves su fragilidad y su fuerza. Le das todo y más que todo, para que eso que es, se exprese.

Así cuidé el Don y derivó en algo parecido a una escuela…¡Qué linda sorpresa esa!

Me gusta esa idea de escuela, le tengo cariño y creo que si hay que ponerle una categoría al Don, sabiendo que siempre son inventos, este invento de escuela es el que mejor le queda :o)

Hoy esta escuela bizarra, les da la bienvenida a sus danzarinas de siempre y a las nuevas que se suman. A sus profes que también se trasforman dando clases y modifican al Don.

¡¡¡Ya arrancamos danzarinas mutantes!!!

Les regalo «Calidoscopio» (http://bit.ly/1aIFcXn) un cuento de Bradbury que leí, releí en realidad, antes de escribir esto. Quizás me inspiró porque algo dice de la posibilidad de transformarse :o)

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